Informaciones narcóticas o contrastadas

Veracidad vs. objetividad

No es difícil darse cuenta cuando hay actores sociales o políticos que intentan establecer una única verdad; fácilmente lo perciben quienes apelan al criterio del contraste informativo, saben que no es lo que acontece en el mundo real, sin embargo, una voz consensuada en medios apela al público que no contrasta y que consume el discurso genérico de medios tradicionales. Estamos frente a una suerte de nuevo paradigma al estilo Orwelliano de 1984; sin embargo, encontramos, con pinza, en medios digitales, algunos actores independientes.

Mostrar la realidad, alejado del morbo o amarillismo, depende del coraje de la prensa, de los periodistas, de la visibilidad que logren los actores sociales y de la capacidad de contraste que tenga la sociedad en su conjunto.

Muchos comunicadores se quedan cortos en los principios de ética profesional y catalogan como morbo mostrar la realidad, hay críticas frente a una imagen de féretros en Barcelona mientras se aplaude la publicación de fosas comunes en una isla de Nueva York, dejan a un lado el servicio de la verdad, del interés colectivo y de la pluralidad informativa.

Es contradictorio, es la excusa de quienes se pliegan a una ideología o intereses mezquinos por encima de su misión profesional. Mientras la audiencia no cuestione las ideas y las contraste antes de hacerlas suyas estará cada vez más alejada de la objetividad pretendida por los comunicadores con criterio ético.

Entendiendo que lo veraz no es igual a lo objetivo, la veracidad de un discurso es subjetiva y depende de la realidad del individuo, realidad que está sesgada por su percepción, en la que confluyen experiencias, ideología, deseos, etc.; la búsqueda pretenciosa de la objetividad requiere un análisis con criterio ético, con responsabilidad. La labor de presentar con objetividad y no solo de forma veraz un acontecimiento, pasa por el filtro de entender el ejercicio de comunicar, presentando una suma de subjetividades, de realidades cambiantes, con el propósito de ayudar a la audiencia a desarrollar criterio propio y dejar de consumir criterios digeridos para hacerlos suyos sin crítica.

Cada individuo es un sujeto y, como tal, solo puede interpretar el mundo a través de sus valores y marcos de referencia, en ese sentido, la veracidad como valor moral busca la verdad pero necesita el contraste que brinda la reflexión, allí inicia la objetividad.

Es indispensable para todos, en especial para el comunicador y los principales actores sociales, la reflexión como acto cotidiano ante cualquier circunstancia. La ideología no es un valor moral… solo debe formar parte de la fórmula.

Cuando un individuo en posición de influencia no contrasta los hechos porque considera su posición ideológica como moral y como cierta, esa subjetividad da al traste con la búsqueda de la objetividad, como resultado la verdad del otro se convierte en amoral.

La prensa y los principales actores sociales no deberían funcionar como un algoritmo informático que presenta a la audiencia solo lo que la audiencia quiere, debemos entender que la información no debe actuar como la publicidad; el mensaje no debe servir solo para alimentar la ideología, para reforzar formas de pensar. Aún cuando la objetividad absoluta no existe, es utópica, un actor social consciente y un profesional de la comunicación que actúa de forma ética, no presenta solo lo que quiere y como lo quiere; así como una audiencia con criterio propio hace el necesario contraste informativo, aunque en principio pareciera generar incertidumbre, en definitiva, tiene consecuencias favorables.

No funcionan por mucho tiempo las informaciones narcóticas, dirigidas a una población obediente y sin criterio, creo firmemente que esos son los menos, son muchos más los que quedan en déficit de contraste y hacen más ardua la labor de informarse para evitar vivir en incertidumbre.