Luis Vicente León y las parlamentarias: Si votas pierdes; si no, también

Por Víctor Suárez

Luis Vicente León, presidente de una de las consultoras de opinión pública más afamadas en Venezuela, tiene la facultad de mimetizarse con el tema o la posición que analiza. Si habla del sentir de las mayorías que se expresan en sus encuestas, se hace parte de ellas y asume sus tendencias; si le preguntan por las políticas de la oposición, se trastoca en consejero espiritual y prescribe lo que debe hacer “nosotros” para salir de su condición de carrito chocón; si es al gobierno al que le toca caracterizar, pareciera que, al comprenderlo, también se ha apropiado de su élan, al que considera un impulso homogéneo, todopoderoso y sin grietas, y a partir de allí interpreta su modo de actuar.

LVL (y Datanalisis) tiene ante sí un limitado mercado de la comunicación política. Al igual que todas las agencias venezolanas, en publicidad, mercado de consumo, consultoría, marketing político. Se acabaron las presentaciones mensuales en las mejores salas, aunque los estudios de opinión pública conservan regularidad.

Sin embargo, a pesar de los denuestos y descalificaciones, la figura de Luis Vicente León se mantiene vigente. Es una vestal que no la corroe ninguna pandemia.

El 5 de julio aterrizó en Madrid, a pesar del cierre del espacio aéreo venezolano. Abordó uno de los vuelos de rescate de españoles varados que organiza la embajada de España en Venezuela. Luego viajó a Bruselas, en misión de observación de las reuniones extraordinarias del Consejo Europeo (Consilium) en las que se discutió el histórico Plan de Recuperación postpandemia.

Desde allí respondió seis preguntas que le hicimos sobre el panorama preelectoral parlamentario venezolano, un tema candente que ha dividido los criterios de las diversas formaciones que conforman el aglomerado opositor, pero que también tiene preocupados al gobierno que las impulsa y a quienes le apoyan en su pretensión.

Su destreza para la oratoria ante públicos cautivos, desarrollada en años de docencia universitaria y de presentaciones corporativas, ahora ha debido transformarse en habilidad para hablar solo, grabando mensajes, sin público presente, pero manteniendo la misma fogosidad para explicar a los legos lo que tienen ante sus ojos.

En marzo del 17 le vi en la inauguración del Sambil Oulet de Leganés, un centro comercial cercano a Madrid que a tres años vista parece que no ha tenido mucha suerte.

Las preguntas no las respondió por escrito, ni en conversación telefónica, sino que remitió seis notas de voz.

Sus opiniones surfean el más reciente estudio de Datanalisis, la empresa consultora de la cual es presidente (“El Proceso de construcción de la matriz de opinión sobre votar o no en las parlamentarias 2020”), pero sin mencionar alguna cifra concreta.

Clima de opinión electoral en Venezuela

Preguntas y respuestas

1.- Según el clima actual de opinión, ¿el ciudadano estaría dispuesto a votar masivamente en las parlamentarias de diciembre?

“Evidentemente la población tiene un deseo electoral y democrático. También es verdad que en los últimos años ha vivido unas experiencias terriblemente negativas. Eso ha generado apatía, desconfianza en las autoridades como el CNE y el TSJ. Piensa que el gobierno se va a aprovechar y hacer lo que le dé la gana. Lo acusa de fraude, etc. Y por otro lado, no siente que oposición tenga una oferta cumplible, creíble, de defensa de ese voto. Entonces, el tema se complica. La desconfianza anula el deseo de participación. Si no siente que ese voto se va a respetar, que hay actores capaces, que hay cambios en las condiciones electorales, que la oposición tiene la capacidad para defender ese voto y construir ese momento de lucha, lo más probable es que cualquier proceso electoral esté signado fundamentalmente por la abstención. Lo convoque o no lo convoque la oposición. No creo que sea un tema solo de unidad en la convocatoria. Incluso convocándola, la probabilidad de que logren que la población participe es muy baja. A menos que se rescate confianza y ella no se rescata solo llamando a votar. Entras en un circuito muy complejo porque al final la alternativa al voto es la abstención. Pero la abstención, que puede ser una lucha también, se puede plantear como la lucha abstencionista para impedir que el gobierno haga lo que quiere, que es legitimarse. En realidad, si ella no viene acompañada por una estrategia ex post, de una estrategia sobre qué va a hacer con esa abstención, lo más probable es que al final tampoco consiga nada distinto a lo que ya tiene. Ya lo viviste en el año 2018, ¿y qué conseguiste? Muy poco. ¿Se provocó realmente una acción?, ¿se tambaleó el gobierno?, ¿pudiste provocar cambios? ¡No! Bien, convenciste a la comunidad internacional de que el gobierno no es democrático, incluso que muchos países no lo reconocieran como legítimo, y eso es un logro, pero ese logro no se traduce en lo que al final de cuentas es el objetivo, que es provocar los cambios. Entonces, si al final te quedas con la abstención, tienes algunos aliados, pero no se produce el cambio. Y se produce lo que está pasando: que la oposición se debilita, que su conexión con las masas se reduce, que la probabilidad de cambio se fulmina (difumina), y en que el gobierno termina dominando todos los espacios de poder.

2.- En las actuales condiciones, ¿unas parlamentarias sin el añadido de presidenciales correrían el riesgo de un forfeit inferior al 20% de participación?

Para Luis Vicente León, en esta oportunidad, el gobierno no necesita legitimarse ante sus detractores tradicionales, tanto en la comunidad internacional como en la sociedad venezolana, “pero sí hacia el interior del propio chavismo y ante sus propios aliados”. Esos aliados –dice- no son chiquitos (Rusia, China, Turquía), y además son una mayoría de países que no han permitido que en la ONU se condene al gobierno venezolano. ¿Qué busca entonces el gobierno? Que la oposición se abstenga, que una oposición más hecha a su medida participe y que a larga la oposición, en caso de que enarbole la continuidad de la actual Asamblea Nacional, se extinga en el tiempo o en el exilio. Cita los casos de Aristide en Haití, la República española en México o el exilio cubano en Miami.

3.- ¿Cuál cree usted que sería el umbral por debajo del cual unas parlamentarias serían consideradas un fracaso?

“En realidad no hay un número que diga que una elección es o no es legítima. Que vote el 10, que vote el 20, que vote el 50 por ciento, (de todos modos) la oposición va a acusar ese evento de fraude. Eso está claro. Si la oposición no participa, ¿cómo puede garantizar que fue tal o cual el nivel de participación? El gobierno va a terminar diciendo lo que quiera. Al final, la oposición lo va a retar y eso va a quedar en un limbo muy complejo… Con cualquier cifra que logre el gobierno, eso va a ser un acto ilícito, y por tanto no sería un acto legítimo”.

4.- En la “oposición participativa” (Rafael Simón Jiménez, Felipe Mujica, Bernabé Gutiérrez…) están apareciendo síntomas de preocupación. La suspensión de las elecciones parlamentarias aparece como una posibilidad cierta, pero bajo la excusa de la expansión y descontrol de la pandemia en el país. ¿Cree usted que la “oposición participativa”, ante la constatación del rechazo de la ciudadanía, obligue al gobierno a suspenderlas?

“Es difícil en este momento proyectar lo que pueda ocurrir de aquí al 6 de diciembre. Hay mucha incertidumbre y Venezuela se puede complicar en términos de la pandemia, y eso también podría generar complicaciones para unas elecciones. No sabemos hacia dónde vamos. Al gobierno le interesan unas elecciones. Eso está claro. Participe o no la oposición. Lo que no le interesa es la unidad opositora. Él está garantizado, (sabe que) mucha gente no va a votar (pero) que puede controlar esa votación, incluso sin mucha trampa. No tiene que mover los votos porque si la gente no vota no tiene que mover nada, no se va a robar un voto que no se ejecutó. En cuanto a la preocupación de la “oposición participativa”, bueno, puede ser que ellos se conviertan en un actor que se unifique con el país para evitar la elección en algún momento. Pero ellos tienen intereses muy importantes al participar, de manera que no estoy seguro de que podamos contar con eso”.

5.- ¿Considera usted que el mero cambio de la composición del CNE podría elevar el nivel de participación en unas eventuales elecciones parlamentarias en diciembre? ¿Ese hecho sería suficiente para que el grueso de la oposición cambie su percepción y participe en el proceso?

“El proceso de abstención no se debe solo a la composición del CNE. Es un punto importante. Hay una percepción negativa. Es un punto que, en matemáticas, podríamos llamar una condición necesaria pero no suficiente. Sin ella no ocurre, pero con ella tampoco necesariamente va a ocurrir. Ese CNE responde al TSJ. Es decir, una institucionalidad totalmente controlada por la revolución. Es una desconfianza institucional que además incluye al liderazgo opositor… Yo me imaginaría que la oposición podría participar en ese evento electoral, pero no pidiendo un voto para elegir un Congreso, sino pidiendo un voto castigo. Presentando como candidatos, no a los políticos tradicionales, sino de gente que sirve como captador de la protesta popular. Es decir, gente que represente lo que se quiere cambiar. No digo que eso es lo que tiene que ser (hacer). Si haces lo mismo que has hecho hasta ahora, vas a tener lo mismo que hasta ahora. Es decir, el vacío”.

6.- ¿Cree usted que la oposición se una y participe como un todo, si cambian las condiciones?

“A estas alturas del partido, creo que están cerradas las salidas. Ya ni siquiera es un dilema entre votar o no votar, porque la oposición está como prisionera de una situación perder-perder. Votar o no votar hoy, en las condiciones actuales, es negativo para la oposición. Si vota, primero, se van a mostrar sus fracturas. La abstención va a impedir que pueda ganar, y además valida un proceso electoral muy contaminado. Pero no votar, si no tiene una estrategia sobre cómo capitalizar, cómo convertir esa energía potencial en energía cinética, la verdad es que difícilmente será capaz de convertir eso en una presión real de cambio. Entonces, se queda en el mismo vacío que tiene ahora. O sea, no votaste, perdiste todos los cargos de elección popular, complicaste a todos los alcaldes y gobernadores para el año que viene, porque llamaste a la abstención. Entonces, ajá, todo eso sin ofrecer a la gente la posibilidad real de cambio de gobierno. ¡Mira lo que está pasando! Simplemente te estás autoexcluyendo, también, de toda participación política, en un país donde probablemente los cambios se pueden producir en el mediano y largo plazo. Pero estás abandonando todos tus puestos de combate. Entonces, diría que es difícil imaginarse esa participación, porque además es difícil imaginarse un cambio significativo en las condiciones electorales. La oposición tiene que ser muy madura y entender que a lo mejor le conviene negociar muy por debajo de sus expectativas, entendiendo que este gobierno no es el débil de la partida, sino el fuerte de la partida. Y como fuerte, lo vas a tener que tratar. Justamente, por esa posición prepotente permanente de pensar que nosotros somos los fuertes y exigirle que se vaya. La palabra exigir la utiliza la oposición con muchísima frecuencia. ¿Exigirle a quién, cómo? Te tiran una trompetilla, ¿y qué haces? ¡Nada! ¿Entonces? ¿No te parece que tienes que construir esa fuerza para poder presionar? El trabajo de la oposición no es sacar a Maduro ahorita. Es construir el poder de negociación que le permita, después, buscar los mecanismos de presión que concluyan en una salida o cambio de gobierno. Pero ahorita estás a muchos, pero a muchos pasos de eso…