Octubre: un mes para leer a autoras en el Club de Lectura Venezuelan Press

El 15 de octubre no es una fecha más, sino una para nunca olvidar. Desde 2016, España ha liderado la celebración del Día de las Escritoras, como una forma de visibilizar la labor de la mujer que se dedica a la escritura de forma profesional.

Si bien es cierto que existen plenos derechos de igualdad entre hombres y mujeres, la idea de conmemorar un mes dedicado a las autoras es, además de hacer visible su trabajo escritural, recuperar el legado de tantas dedicadas a las letras que aún se desconoce o no se conoce suficientemente.

De allí que en la selección para el mes de octubre del Club de Lectura Venezuelan Press, se hayan incluido obras literarias escritas por mujeres de diversas nacionalidades, lo que implicará conocer mejor y más de cerca su propuesta narrativa.

De modo que para el mes de octubre, se proponen las siguientes novelas firmadas por una europea, dos americanas y dos latinoamericanas.

Nada se acaba (Edit. Lumen, 408 págs.) de Margaret Atwood

Sinopsis: “El matrimonio de Elisabeth y Nate hace aguas. Llevan casados más de una década y viven bajo el mismo techo, pero durante los últimos años han llevado vidas separadas. En su naufragio conyugal se embarcan en constantes aventuras sentimentales de las que suelen volver maltrechos, hasta que de repente algo cambia: el suicidio del último amante de Elisabeth y la relación entre Nate y Lesje, una paleontóloga que solo se siente cómoda entre fósiles de dinosaurios, van a crear un nuevo triángulo amoroso que rompe el peculiar equilibrio de la pareja. A lo largo de estas páginas llenas de sabiduría desfilan adultos que al final del día no son más que niños en busca de protección. Finalmente, entre tantas dudas, un destello de luz se abre paso: tal vez la entrega amorosa pueda llevarnos hacia el futuro y ser un antídoto contra la muerte y el olvido”.

La encomienda (Anagrama, 192 págs) de Margarita García Robayo

Sinopsis: “La narradora de estas páginas vive a cinco mil kilómetros de su país natal, trabaja para una agencia de publicidad, quiere tramitar una beca para irse a escribir a Holanda y mantiene periódicas videoconferencias con su hermana. Esta le manda encomiendas, paquetes que incluyen comida, dibujos de sus sobrinos y de vez en cuando alguna sorpresa, como una vieja fotografía. A menudo la comida llega podrida. Una serie de figuras y acontecimientos irán dejando entrever las fisuras que se abren en la cotidianeidad de la protagonista: la recepción de una enorme caja difícil de abrir, una gata que se pasea por el edificio en el que vive, los vecinos que se ausentan y los que llaman a su puerta… Y es que, como ella misma dice: «Con qué rapidez se hace pedazos la cáscara de una rutina. Cualquier rutina, por sólida que sea, es arrasada por lo imprevisto». Con mano maestra y notable economía de medios, García Robayo conduce al lector por el laberinto de su protagonista y narradora en esta inquietante novela que habla de incertidumbre, recuerdos, miedos, soledad, relaciones familiares, perspectivas de maternidad y anhelos de futuro”.

Apegos feroces (Edit. Sexto Piso, 224 págs) de Vivian Gornick

Sinopsis: “Gornick, una mujer madura, camina con su madre, ya anciana, por las calles de Manhattan, y en el transcurso de esos paseos llenos de reproches, de recuerdos y complicidades, va desgranando el relato de la lucha de una hija por encontrar su propio lugar en el mundo. Desde muy temprano, Gornick se ve influenciada por dos modelos femeninos muy distintos: uno, el de su madre; el otro, el de Nettie. Ambas, figuras protagónicas en el mundo plagado de mujeres que es su entorno, representan modelos que la joven Gornick ansía y detesta encarnar, y que determinarán su relación con los hombres, el trabajo y otras mujeres durante el resto de su vida”.

Siete casas vacías (Edit. Páginas de espuma, 128 págs.) de Samantha Schweblin

Sinopsis: Las casas son siete, y están vacías. Samanta Schweblin nos arrastra hacia Siete casas vacías y, en torno a ellas, empuja a sus personajes a explorar terrores cotidianos, a diseccionar los miedos propios y ajenos, y a poner sobre la mesa los prejuicios de quienes, entre el extrañamiento y una «normalidad» enrarecida, contemplan a los demás y se contemplan. La prosa afilada y precisa de Schweblin, su capacidad para crear atmósferas intensas y claustrofóbicas, y la inquietante gama de sensaciones que recorren sus siete cuentos han hecho a este libro merecedor del IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. El jurado, del que formaron parte los escritores Pilar Adón, Jon Bilbao, Guadalupe Nettel, Andrés Neuman y que estuvo presidido por Rodrigo Fresán, valoró en Siete casas vacías la precisión de su estilo, la indagación en la rareza y el perverso costumbrismo que habita sus envolventes y deslumbrantes relatos”.

El verano que mi madre tuvo los ojos verdes (Edt. Impedimenta, 256 págs) de Tatiana Tibuleac

Sinopsis: “Aleksy aún recuerda el último verano que pasó con su madre. Han transcurrido muchos años desde entonces, pero cuando su psiquiatra le recomienda revivir esa época como posible remedio al bloqueo artístico que está sufriendo como pintor, Aleksy no tarda en sumergirse en su memoria y vuelve a verse sacudido por las emociones que lo asediaron cuando llegaron a aquel pueblecito vacacional francés: el rencor, la tristeza, la rabia. ¿Cómo superar la desaparición de su hermana? ¿Cómo perdonar a la madre que lo rechazó? ¿Cómo enfrentarse a la enfermedad que la está consumiendo? Este es el relato de un verano de reconciliación, de tres meses en los que madre e hijo por fin bajan las armas, espoleados por la llegada de lo inevitable y por la necesidad de hacer las paces entre sí y consigo mismos. Plena de emoción y crudeza, Tatiana Ţîbuleac muestra una intensísima fuerza narrativa en este brutal testimonio que conjuga el resentimiento, la impotencia y la fragilidad de las relaciones maternofiliales”.