RCR, el último bastión

Ha terminado cerrando su última antena. Radio Caracas Radio, la emisora primigenia de la cadena de medios que desarrollarían los Phelps empezando desde los altos del Almacén Americano, 93 años después desaparece del aire y de la red de redes. Aquella marca 1BC no fue un imperio pero sí lo más parecido a un imperio que haya existido en Venezuela, en el campo de los medios de comunicación. Ahora es cero, volatilidad absoluta. Sufrió no solo las presiones y agresiones desde el sector gubernamental, hostil durante los últimos 23 años; también le costó adaptarse a esquemas y modelos de negocio conforme a las nuevas tecnologías. El espectro de los medios de comunicación masivos se achica o se renueva o sufre pérdidas entre los más vulnerables, he aquí una víctima: la más venerable de las víctimas, acaso

En 1930, William H. Phelps funda la Broadcasting Caracas, primera emisora comercial de radio de Venezuela. Esa emisora, que funcionaba desde los altos del Almacén Americano, que había vendido o estaba vendiendo desde carros Ford hasta máquinas de coser Singer, se convierte en 1935 en Radio Caracas, y posteriormente pasará a llamarse RCR. Tuvo hermanas en FM y primas muy pantalleras, se exilió online y finalmente ha fallecido a los 93 años, víctima de varias dolencias al mismo tiempo.

Es imposible abarcar aquí toda esa historia; por eso, nada más tres casos, entres escenarios diferentes, relacionados con el desarrollo y la innovación vividos por periodistas que hoy militan en Venezuelan Press o están muy cerca de esta asociación. En realidad, el holding mediático 1BC tuvo que ver con todos los profesionales de la comunicación en Venezuela. Es parte de la historia del periodismo criollo audiovisual. Ha sido un conglomerado comunicacional fundamental, un emprendimiento de una familia alemana en Caracas que ha durado hasta ayer mismo.

El primero con las últimas

Francisco Amado Pernía en el set de Radio Caracas Televisión, cuando Fernando Delgado trabaja con él.

El locutor de El Observador, Francisco Amado Pernía, s/f. Foto cedida por Fernando Delgado

Fernando Delgado Orbio, alias Piporro, periodista de larga data, vivió momentos históricos desde la sala de Prensa de Radio Caracas Televisión, cuando Venezuela estrenaba democracia luego de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Fernando ya había caminado un trecho en el oficio para 1958, cuando se quedó sin trabajo porque se cerraba el diario para el cual trabajaba, La Razón.

Tenía que buscar rápidamente otra cosa y una tía con quien vivía su familia ―oriunda de Calabozo, la familia buscó nuevos horizontes en Caracas a partir de 1946― en la esquina de Las Piedras, muy amiga de la esposa de Guillermo Tucker (directivo de Radio Caracas Televisión) le consiguió un puesto en el departamento de Prensa. Por ese entonces, tal departamento daba servicio a los tres medios del grupo: Radio Caracas Radio, Ondas Populares y Radio Caracas Televisión. Comenzó como redactor en la sede que quedaba entre las esquinas de Bárcenas a Río. Eso fue en 1959.

Eran otros tiempos, cómo no: había apenas un par de reporteros que debían copiar las noticias para las dos emisoras, Ondas Populares y Radio Caracas Radio, y también para El Repórter Esso, el primero con las últimas. No fue sino hasta 1961 cuando el ya experimentado Fernando Delgado optó al examen de admisión de Periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello. Lo aprobó y a partir de entonces combinaba trabajo de día y estudios de noche, pues las clases comenzaban a las 6:00 pm.

Dejaba listos, antes de irse a la UCAB, Noticias PanAm y El Observador. Trabajaban con película, no vídeo. Las filmaciones las hacía Bolívar Films. Luego de todos estos años, Fernando Delgado recuerda todo eso y también al editor que cortaba con una maquinita.

No había software alguno ni interfaz ni picture in picture ni ninguna de esas herramientas que hoy obran milagros sin que nadie se dé cuenta de que son eso, milagros. Sobre todo al comparar con aquellos estudios de televisión o de las radioemisoras de los primeros años sesenta.

Delgado fue despedido de la estación de TV y emisoras, según él mismo cuenta, por la destemplanza de un jefe. Rafael Poleo ya estaba allí y fue testigo. Resulta que para el lanzamiento del Apolo XI de Cabo Cañaveral, Radio Caracas tenía la exclusiva de la transmisión.

Aquel jefe a quien no quiere nombrar coordinaba el desarrollo de aquella aventura que concitaba la atención mundial; una de esas noches, en los preparativos, llama a Delgado. Seguramente debía estar nervioso el hombre ante la responsabilidad que le tocaba, pero el hecho es que comenzó a darle órdenes a Delgado y Delgado también estaba apurado con su trabajo cotidiano; le contestó «discúlpame, tengo quince minutos para salir al aire», y le colgó el teléfono.

Aquel jefe hizo que lo echara la empresa.

Delgado hace memoria y afirma que no, que jamás sufrió censura alguna cuando estaba en Radio Caracas Televisión. Nada de presiones. Y anota una imagen que guarda y que, sin duda, retrata lo que era antes la relación que se imponía entre el ciudadano y sus medios de información y entretenimiento:

―Antes, la gente se sentaba a escuchar radio: la radionovela y los noticiarios, sobre todo al atardecer.

En aquella Radio Caracas se hizo popular la figura hierática, comedida, austera, del narrador de los noticiarios: Francisco Amado Pernía. La pantalla en blanco y negro lo lanzó dentro de los hogares cada noche a su hora en punto, la mano en su boli. No se equivocaba nunca. Delgado le daba consejos y el locutor le hacía caso:

―Él hacía siempre cierto gesto con la mano y le dije que eso distraía a la gente. Le aconsejé que mantuviera solamente el gesto del bolígrafo, al comienzo y al final de cada emisión de El Observador…. ¡Era un ser extraordinario! Después que se retiró, vivía al lado de mi casa, en la esquina de Las Piedras, a una cuadra de Radio Caracas.

Fernando Delgado en 2022, en Madrid.

Fernando Delgado durante una estancia en Madrid, en 2022

La última etapa de Delgado en El Observador Creole fue como jefe de Información, distribuyendo la pauta diaria. Mandaba un camarógrafo con cada reportero. Los reporteros eran de medios escritos. Gumersindo Villasana, por ejemplo, era de El Universal y cubría fijo las noticias del aeropuerto. Su reportero de Sucesos era el Cojo Lira, que trabajaba para la Cadena Capriles.

Y el reportero de Política era Carlos Jaén, que también estaba en la Cadena. "Toda mi gente trabajaba en los periódicos, había muy pocos exclusivamente contratados para la televisión. El camarógrafo llevaba micrófono pero el reportero poco aparecía en pantalla: no le convenía por su puesto en el periódico. Entonces los sonidos eran directos, salvo cuando me interesaba una entrevista; en ese caso les decía expresamente que entrevistaran a este o al otro".

Más noticiarios

Luis García Mora frente a su casa en Madrid, en 2023

García Mora en su casa en Madrid, 2023

El avezado periodista Luis García Mora, hoy en día en Madrid tratando de que le otorgue el Estado español la condición de asilado, hace un balance de su dilatada vida profesional y al final dice sin ambages:

―La etapa que más disfruté fueron los diez años o poco más en RCTV.

Se había graduado en la primera promoción de periodistas que ya egresaban con el título de comunicador social, en la Escuela de la Universidad Central de Venezuela. En RCTV llegó a ser jefe de Información de los servicios informativos. Más o menos, desde principios de los setenta hasta los primeros ochenta, aunque a estas alturas no es muy preciso con las fechas.

El canal formaba parte del holding 1BC, denominación que ahora abarcaría a todas las empresas del grupo fundado por la familia Phelps.

Su cargo, con exactitud: director general de Información. Su jefe directo, el republicano Lorenzo Batallán, quien más tarde crearía el programa Clásicos Dominicales. No llegaba o no había llegado a RCTV desde los medios radioeléctricos sino de la prensa escrita, ya que había sido coordinador de la página de Arte de El Nacional durante 18 años. García Mora piensa que Batallán  impuso un estilo delicado y culto en los noticieros. Piensa, además, que a él, en particular, le hizo bien trabajar con este caballero.

La entrada de LGM a RCTV fue simple, porque acababa de llegar de España precisamente, donde había estado como corresponsal de la revista Imagen, dirigida por su amigo Pedro Francisco Lizardo, y se encontró en Sabana Grande con su amigo el Negro Carlos González Vega, a la sazón redactor de noticias internacionales de El Observador Venezolano ―ya había dejado atrás la marca Creole―, quien le anunció que iba a dejar ese cargo, sugiriéndole, al mismo tiempo, que optara a esa vacante ya que Luis se encontraba buscando un sitio en la profesión.

Fue y lo aceptaron. De su primer jefe no quiere ni acordarse. Dice de él, simplemente, que era «un sujeto sumamente complejo». Un individuo que no era en realidad periodista sino camarógrafo. Para hacer la historia corta, LGM se vio a partir de cierto momento, en la práctica, quedándose más allá de su horario para dejar el noticiario listo, entendiéndose con el coordinador técnico, como dicen en el argot del medio, chequeando el noticiario antes de salir al aire, Toda la plantilla se debía sentar a una mesa a revisar todo, incluso los textos que se iban a leer en directo.

En algún momento, LGM tuvo un problema con su jefe directo y estaba dispuesto a poner la renuncia; pero alguien se movilizó en los estratos directivos, tal vez Eladio Larez con Hernán Pérez Belisario, y le pidieron que aguantara unos días hasta que se resolviese algo. Total, al fin le quitaron de encima a aquel jefe insoportable y fue designado en la jefatura de Información. Luego le propusieron fundar la emisión del mediodía, ya que la única hasta entonces era la que salía al aire a las 8:00 pm. Este era para salir a una hora meridiana.

Y luego, los avances de la mañana. Para él, aquellos treinta minutos a mediodía fueron fundamentales. Fue nombrado director general de Información del canal y trababa codo a codo con Marcel Granier, uno de los accionistas principales.

Disfruté enormemente. Cambié la disciplina. Me reunía todas las mañanas con los reporteros, que eran unos sujetos a quienes les encantaba llegar tarde, pero bueno, logré dentro de todo que se sentaran conmigo a repasar las noticias de la noche anterior y después ponernos en la perspectiva de lo que pudiera pasar hoy.

El primer encargado del noticiario meridiano fue Aquilino José Mata. Y él fue quien trajo a Ingrid Priego, por entonces en vías de graduarse de comunicadora social en la UCAB. También llegaron en ese grupo que se incorporaba bajo la égida de Luis gente como Eugenio Salas, Martha Kornblith, Arturo Castro, Sandra Guerrero, Alexis Rosas (que hasta entonces estaba en Radio Continente), Ledda Santodomingo, Rosa Haydée Sánchez, Euclides Pérez, Marietta Santana y Reinaldo Calcaño.

―Todos, uno mejor que el otro ―dice LGM.

Luis recuerda como casos muy señalados de aquella época el de Mamera y el asesinato del abogado Carmona. El holding de la comunicación que en estos días ha expirado, con esas y otras coberturas de gran calado en la opinión pública, se convertía en baluarte de las comunicaciones informativas en plena era democrática. El canal hacía Historia en periodismo radioeléctrico y televisivo.

Ingrid Priego, una de las reporteras que se estrenaban, se convertiría en la segunda esposa de Luis y tendrían dos hijos que hoy viven en Madrid, una chica y un chico.

En primera persona

A partir de 2008 tuve un programa en RCR los sábados a mediodía, primero con el periodista Javier Conde (en la foto que encabeza este artículo) y luego con otro amigo periodista, Gregorio Salazar. Había hablado con Jaime Nestares Phelps un día de una semana y a la siguiente ya podíamos empezar con algunas instrucciones que nos dieron sobre cortes para cuñas, presentación, despedida: ese tipo de cosas. Nestares aceptó de inmediato, nos conocíamos desde El Diario de Caracas y la fórmula Roberto Giusti-Fausto Masó, todos los días por la mañana, le había dado resultado.

Creo que eso influyó para que fuera abierto a esta idea, la de Dos pájaros de un tiro. Dos tipos del medio impreso improvisando ―pero con guion― al alimón sobre los avatares de la semana. Creo que le gustaba el cara a cara, cada quien con su carácter y su sello; Nestares nos dejó en completa libertad para inventar, entrevistar, opinar. Allí había programas que uno solía escuchar, como el de Diego Bautista Urbaneja o el de Eugenio Martínez, quien ya comenzaba a especializarse en los temas electorales. RCR era el lugar apropiado para hacer periodismo de opinión a nuestras anchas.

Inventábamos de todo, de todo hablábamos o al menos de todas aquellas cosas que nos llamaban la atención o que nos escandalizaban semana a semana. Gozábamos de libertad aunque estábamos en un régimen que ya demostraba sin tapujos ser capaz de cualquier cosa ante un medio que considerara enemigo. Algunos episodios críticos sufrió en su sede de la avenida Páez de El Paraíso, sitio no precisamente a salvo de las hordas chavistas.

Eran pocas las reglas internas que nos imponía la gerencia: decir al principio y al final que la dirección general estaba a cargo de Jaime Nestares; en la gerencia de Información, el muy estimado (hoy lamentablemente desaparecido) Javier Perera; en la producción general, Claudia Camperos; en los controles, o bien Adrián Cosenza o bien Reimir Díaz. Y debe saber usted, estimado oyente, que puede comunicarse con nosotros por mensajería de texto al 3456 (DILO) y además le informamos que nuestra productora es la estimada alumna de la UCAB Carla Salcedo Leal.

Era un estrés sabroso estar a punto de salir al aire, un nerviosismo que a veces significaba en atropello de sustantivos. Lo más entretenido era preparar guiones un poco disparates y luego soltarlos por el micrófono a ver qué pasaba, como durante una Semana Santa particularmente apática, soporífera, que provocaba modorra.

Empezamos con la musiquita que era nuestra cortina fija, se escuchaba al locutor oficial de la emisora anunciando que aquí estaban los dos pájaros de un tiro, el operador mezclaba al tema elegido previamente como inicio. Generalmente rock ‘n’ roll. Lo bajó a fondo y abrió el micrófono:

«¿Es Semana Santa un tiempo donde el aburrimiento se instala frente a nosotros y detiene la tarde, o hace que se desplace en cámara lenta? Dice Miguel de Unamuno que el aburrimiento es el fondo de la vida y que ha sido precisamente eso, el aburrimiento, lo que ha inventado los juegos de mesa, las distracciones, las novelas e incluso el amor. El aburrimiento no es un lujo de quienes tienen todo resuelto, sino la condición original del hombre. Adán estaba aburrido y por eso se comió la manzana prohibida. Pero el aburrimiento huye ante circunstancias o bien gozosas o bien desgraciadas. Por eso, para no aburrirnos, quizás los venezolanos hemos inventado el chavismo».

Luego, cuando abríamos al aire las llamadas del público, por ejemplo llamaba una señora y nos informaba que estaba cumpliendo 80 años; agregaba que escuchaba esta emisora desde los años cuarenta y que no estaba dispuesta a dejar de hacerlo nunca, y que llamarnos era su forma de celebrar su cumpleaños. A uno de los programa llevamos a la periodista Maritza Jiménez para que nos contara de su papá, Porfi, y ese día no pusimos rock’n’roll porque no tocaba ni pegaba.

Otro día fue Estelita del Llano y también la querida periodista Mariahé Pabón, y el programa se lo despacharon ellas solas, y fue un éxito. En fin, también inventábamos premios: una vez anunciamos la entrega de La Boñiga de Oro. Nos divertíamos siempre aunque también hacíamos comentarios sobre la política local y entonces más bien llorábamos. En todo caso, eso es lo que hace un medio que atienda a su público, ¿no? Divertir, entretener, informar, compartir una opinión.

No se merece terminar así, luego de una trayectoria en la que ha cumplido ese cometido y además ha innovado. RCR fue una de las primeras emisoras dedicadas exclusivamente a eso, a la información y opinión. Al verbo. A la oralidad. Al dato y a su explicación, su contexto y eventuales consecuencias. Nunca poníamos una canción completa.